10.11.11

she zen

lo había aprendido tan bien y lo había hecho tantas veces que ya no era capaz de comprender porque nada se produjo al tirar la piedra al lago. la superficie permaneció silenciosa, aunque no lo digan las palabras. dio media vuelta y ya se iba cuando sonó una voz: ¿me escuchás? ¿me escuchás? no se detuvo, obvio. ya había aprendido también ese truco. parecía normal decirlo a todos. Imagínense que...

la voz, indignada, se quedó al lado del lago hablando sola. poco después, ya cansada, también ella tiró una piedra al lago. nada. hasta que se levantó y otra voz sonó: ¿te escuchás? ¿te escuchás?

y de otra cosa no se habla.

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